El Trastorno Obsesivo Compulsivo, lamentablemente aún bastante desconocido y minimizado por la sociedad, afecta sin embargo a un dos por ciento de la población mundial y puede revestir gravedad, ya que entre un 60 y un 80 por cien de los casos derivan en depresión.
Los que padecen esta enfermedad saben que es excesivo y estúpido lo que hacen, pero no pueden evitarlo, hasta el punto de que sus obsesiones interfieren en sus vidas y provocan un sufrimiento insoportable.
Una persona con este trastorno puede estar obsesionada con la limpieza y lavarse compulsivamente las manos; ser incapaz de permanecer en una habitación en la que no esté todo simétricamente ordenado u obsesionarse porque una mancha de la alfombra pueda ser sangre con sida y pueda contagiarse. Uno de los ejemplos más gráficos para describir la sintomatología es el personaje al que dio vida Jack Nicholson en la película "Mejor imposible", reconoce Zohar, aunque menciona otras víctimas de este trastorno que no tuvieron un final feliz como Howard Hugues, el multimillonario estadounidense que murió con malnutrición por su obsesión por los gérmenes.
Otras personas traducen sus obsesiones en el miedo al envenenamiento, como una madre (caso real entre tantos otros) que estaba convencida de que podía envenenar a su bebé con detergente. Primero sacó de su casa todos los detergentes que tenía, posteriormente dejó de pasar por el pasillo del supermercado que los vendía y finalmente evitó la calle donde estaba el supermercado. En estos casos, si se trata de una TOC bien diagnosticada, no hay peligro de que la paciente haga daño al bebé. Jamás le hará nada, porque es sólo una obsesión.